
¿Acaso hay algo más bonito que los colores de la vida? Todos y cada uno de ellos reflejan la variedad de este planeta. Etnias nacidas verdes, azules o rojas. Fucsias, malvas o turquesas. Algunas únicas en su tonalidad, otras muy parecidas, pero distintas a su vez. ¿De qué color seré yo? Veo tonos amarillos, anaranjados y otoñales en mis ojos, pero azules fríos y verdes esperanzadores llenan mi alma. Me encanta el planeta Tierra con todo su esplendor, con sus personajes que lo habitan y lo manchan de arco-irises eternos y duraderos. Cada color con su opinión, ya sea positiva, negativa o neutra. Todos con una voz, con una forma de expresarse, con una manera de sentirse. ¿Acaso no es hermoso tantas personas puedan convivir juntas?
Veo individuos plateados y dorados, tan ostentosos como querían y no pudieron ser. Muchos negros y blancos, que se mezclan formando grises tristes y sombríos. Miradas penetrantes que brillan más allá de la oscuridad, de la luz. Un lugar libre de guerras, de impuestos, de imposiciones. En el mundo de los colores no existe semejante cosa, todo es diferente. Sonrisas y llantos ayudan a cada uno a forjarse hasta convertirse en lo que son: colores puros con almas inmortales. ¿Quién no desearía algo así? Brillar para siempre viendo crecer flores y árboles, viendo florecer tonalidades nuevas que surgieron de amores profundos. Un mundo idílico que ha vivido aquí dentro en mucho tiempo. ¿Por qué no desmantelarlo ahora?
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