Recuerdos en formato papel, cd, dvd, ropa, objeto inamovible...todos dan vueltas en mi cabeza con una historia y un trasfondo. Muy lentamente los sostengo en mis manos, los miro y revivo su bienvenida...años atrás, cuando yo no era lo que soy hoy, ni cuando mi vida estaba en el mismo camino que sigo ahora. Poco a poco voy seleccionando y guardando en cajas de cartón todas esas cosas que formaron parte de mi vida. Algunos artilugios me producen verdadera nostalgia, otros tantos son una liberación interna forzada, pero necesaria. Desdempolvando historias que creía ya muertas, regalos que significaron algo sumamente importante ayer, pero hoy no son más que souvenirs en un presente errático. Definitivamente hay cosas que contienen recuerdos que por más que me borren la mente, ya quedaron grabados a fuego de por vida. Son 27 años de mi vida que se van en un puñado de cajas tan pesadas como el vacío que llevo sintiendo durante semanas. Apenas un diario con páginas en blanco que tengo que volver a comenzar.
El poeta esconde la pluma, saca la escoba y se pone a barrer. Como en todo hogar...no siempre lo que barre acaba en el vertedero y todas esas motas de polvo en suspensión vuelven a caer en la superficie negándose a desaparecer del todo. Y así, al fin y al cabo, ha sido mi vida. Pequeñas sorpresas y sustos que se han negado a marcharse y con las que tenido que convivir a la vez que sonreía. Esta casa, tal como la veo ahora, se me antoja encantada, rígida, inerte, pero a la vez llena de vida en sus bloques. Cuántos momentos habrán escuchado esas paredes, y cuántas historias han sido contadas a su sombra. Vivencias de muertes, desamor, amistad, cariño, desespero, lágrimas. Fui el último que llegué a esta casa y el último de la estirpe en marcharme. He convivido con más personas diferentes que ningún otro antes y puedo decir que a una parte de mí le duele abandonarla. Sin embargo, mi corazón-brújula me asegura que es necesario el cambio. Y si ha de ser así...adelante.
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