
A veces cierro los ojos y me convierto en Otto. En aquel chico complicado cuyo nombre se podía leer tanto al derecho como al revés sin cambiar nada. Grito a los cuatro vientos que mi familia me puso ese nombre porque era capicúa y así tendría la suerte de mi lado para siempre. Vivo la historia de amor más bonita jamás contada y cada día despierto con brillo en los ojos por encontrar a Ana. Voy dando pasos lentamente pisando una tras otra incontables casualidades, porque mi existencia siempre ha estado formada por el azar.
Me miro al espejo y veo a ese Otto particular lleno de sentimientos que contar pero que al final se los guarda muy adentro. Los escondo en lo más profundo de mi ser esperando que Ana se enamore de mí del todo. Me convierto en piloto y vuelo por los cielos más azules y fríos en busca de mi amada. Allí, en Laponia me espera y como no podía ser de otra manera...la casualidad me juega la más cruel de las pasadas...
Desde ese momento me dedico a vivir en los recuerdos del pasado y mis días cuentan hacia atrás hasta que cumplo ocho años de nuevo y veo a Ana por primera vez. Ella corre con todas sus fuerzas hasta que cae al suelo y es justo en ese momento donde nos conocemos...los amantes del Círculo Polar.
Y me repito una y otra vez: "Es bueno que las vidas tengan varios círculos. Pero la mía, mi vida, solo ha dado la vuelta una vez y no del todo. Falta lo más importante. He escrito tantas veces su nombre dentro... Y aquí, ahora mismo, no puedo cerrar nada. Estoy solo".
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