
Parece imposible creer que haya una peor muerte que ser descuartizado, ahogado, devorado por una bestia o ser acuchillado. Quizás ahorcarse, desangrarse o morir de frío. Arder en llamas o padecer la peor de las enfermedades que te mate lentamente.
Pero seguramente hay una peor muerte que todas las anteriores juntas. Dicha muerte haría que nuestros tímpanos reventasen, desgarraría nuestros pulmones e hincharía nuestro cuerpo. Se escaparían todos nuestros líquidos y gases del cuerpo, la saliva, las lágrimas y el sudor saldrían hacia el exterior. Por si fuera poco, también perderíamos nuestro calor corporal por radiación y nos congelaríamos. De todos modos esto ya lo no sentiremos, porque en tan sólo 30 segundos ya estaríamos muertos.
Para comprobarlo, lo único que necesitamos es ir al espacio y quitarnos el traje de astronauta fuera de la nave.
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