INVENTARIO

A los 27 años me detengo a hacer un inventario. Echo en falta tantas cosas que ya no creo que tenga ni motivos para ir a buscarlas. Así por encima me falta una madre, un mejor amigo y unos cuantos tíos y vecinos. No veo a muchos de los que estaban aquí hace una década y otros tantos aparecen borrosos en el horizonte. Apenas palpables por mis retinas.
Ahora tengo demasiadas cosas claras, opiniones muy formadas y una personalidad prácticamente inquebrantable. Veo que me sobra paciencia para lo importante, y no la tengo para ciertos quehaceres. Desbordando energía positiva y ganas de hacer las cosas bien. Mi perfeccionismo sigue en el mismo lugar, junto con los pensamientos que me abruman por las noches. Recuerdos a millones que no han desaparecido.
Amores no correspondidos, burlas hacia mi alma, heridas en mis entrañas, dolores infinitos de garganta, migrañas, cosas de colores, muy llamativas...la misma ropa. También tengo unos complejos de menos y arrugas de más. La misma sonrisa, la misma mirada, el mismo color de ojos, pestañas largas.
En mi inventario personal no veo miedo...lo habré olvidado junto a la vergüenza, esa que me amargaba cuando niño. Tormentos, amarguras, flaquezas...todo tan ajeno ahora que apenas me pesa. Me quedo sin maleta, sin equipaje, nada me ancla, nada me lleva. Ahora valoro sin balanza, sin peso, sin carga. Ahora estoy liberado, con miedo a olvidar todo lo que ha pasado, con fuerzas para no mirar tanto a lo que ya no tengo, porque igual ya no lo quiero.
Ganas, vida, fuerza, entusiasmo, ansias...todo nuevo...bonito, brillante...me apetece tocarlo, rozarlo, llenarme de ello. En mi inventario no puede faltar la música, el cine, la cultura, el arte, los idiomas, el tenis, todo lo que me ha hecho llegar al punto de ser solamente yo, sin máscaras, sin caretas, sin tantas cosas, pero con muchas otras...que ya no se pueden devolver.