15-40

Sí, sigo con mi símil de la vida y un partido de tenis. Hay situaciones en las que te lo juegas todo en un saque, en una única bola, en una sola vida. Lo complicado surge cuando vamos perdiendo nuestro propio saque, el manejo de cada individuo y no tenemos todo lo que quisiéramos bajo control. Ya deja de importar el resultado final del encuentro, ya no se valora lo bien que se ha jugado a lo largo del partido, ya nada tiene valor si no se sabe cerrar el encuentro victorioso. ¿Cómo hacerlo pues, si no depende solamente de uno mismo? Factores externos afectan de forma devastadora. ¿Acaso se puede luchar contra el viento? Dejarse llevar en dirección contraria a veces parece la única opción posible, pero significaría iniciar un retroceso nuevamente.
De cualquier modo se peleará con cuerpo, alma y corazón. Se olvida de dónde se viene, a dónde se va, las raíces, los principios...todo por conseguir nuevos puntos, nuevas opciones que alejen un poco más la derrota. Un 15-40 se me antoja complicado, pero no imposible. Un nuevo saque y mi mundo se congela. El corazón a toda máquina y las piernas corriendo con la fuerza de la naturaleza para llegar a su destino, cualquiera que sea éste. Bola que va y viene...flaqueando, respirando lentamente, contando hasta diez para no perder la compostura, para demostrar que no se tiene miedo, que se es valiente, que se puede con todo...aunque la mente nos juegue malas pasadas.
Toda una lucha se pone en juego en un instante, apostando a un solo número. Apenas sin quererlo me doy cuenta que el encuentro está llegando a su fin y todavía no está todo dicho. Boto cuatro veces y alzo la raqueta con mi mano derecha mientras lanzo la bola al infinito del cielo. Mientras veo cómo cae y mi brazo hace su rutinario recorrido preparo las piernas para dar el salgo y golpeo la bola con toda la fuerza que soy capaz...comienza la cuenta atrás...