Aunque los planetas se hayan alineado para estropear alguno de mis pocos momentos de gloria, no llego a pensar del todo que el vaso siga medio vacío. Lo veo más arriba de la línea del medio, que ya es algo más de lo que podría decir una Juana de Arco del siglo XVII.
Tomando decisiones que no competen y no teniendo opinión alguna en las que me afectan, pero así se tiene que vivir...aceptando, siguiendo, continuando. Se puede ir dejando atrás todo lo que no sirve, quitándolo de encima como si fuera una costra pegada a fuego en la piel. Duele, pero nos vemos mejor así, sin aires de perdedor.
Aquel rumor era cierto, somos el reflejo del alma, y aunque los hay que disimulan de muerte, yo mato al disimulo con verdades. Así soy, no cambiaré, y si mi sello no me hace digno de mi boca, no será la plebe la que me haga callar.
Me voy al mercado a comprar un puñado de especias que me protejan de las maldades ajenas indirectas, del hambre y la desdicha. Aparezco en el concurso de paletos concretos y quedo rey de la velada por fallo del personal. Me miro sin querer mientras escucho murmullos que no me avalan como campesino, sino como escoria de la sociedad.
Sonrío, después de tantas cosas sin sentido sonrío, porque creo que no tengo las tablas todavía, que la casa no podrá ser construida, que aún hablo sin decir nada, que tengo muletillas, que pienso demasiado, que imagino demasiado, que controlo demasiado. Sin embargo, cuando deje ir esa parte de mí...podría apostar mi vida a que ni yo mismo me echaría de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario