En el lienzo de mi vida he decidido pintar con acuarelas. El fondo solía ser verde esperanza con pintadas en tonos vivo: unos azules intensos mezclados con amarillos y naranjas que hacían de mi cuadro un lugar feliz. Con el paso del tiempo comenzó a mancharse de rojo sangre, de negro muerte, de gris destrucción. La alegría se convirtió en tristeza y el fondo verde del que estaba tan orgulloso se tornó sucio y oscuro. Muertes inesperadas, repentinas, devastadoras... enfermedades complicadas, desamores catastróficos...todo lo requerido para que una vida se fuera a pique. Fue entonces cuando quise darle un cambio a mi cuadro y utilicé el óleo. Con la paleta fui tapando todos esos poros siniestros que cubrían mi obra para volver a darle un toque positivo. Capas gruesas que tapaban poco a poco años de locuras, de contratiempos, de vivir sin saber dónde, cómo ni por qué. A su vez iba relacionando brochazos con necesidades en mi existencia, con personas que venían y me ofrecían ayuda. Cubrí el cuadro de amistad, de ocio, de lectura, de música, de cosas que parecían ocultas tiempo atrás.
Con el paso de los años mi cuadro se volvía perfecto, envidiable, pero nada más lejos de la realidad. El tiempo hace que todo madure y se caiga podrido. Exactamente eso pasó en mi lienzo. No soportó el peso del óleo y poco a poco se agrietaba dejando salir la oscuridad una vez más. Los trozos de mi vida caían poco a poco al vacío dejando un relieve terrorífico de formas indescriptibles. El resultado final se expone en un trastero que nadie visita. Un trabajo lleno de motas de polvo y telas de araña que nadie mira, que nadie contempla. Una obra que nadie recordará, que ha quedado olvidada y borrada de las memorias que algún día alguien pudo conservar. Se va el pasado, se va el presente y no llega el futuro...El lienzo de mi vida expulsado del país de las maravillas...
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