El tiempo pasó por su cara como las notas de un contrabajo por cada esquina del auditorio. Lo avejentó de tal manera que ya era imposible quitarse todos esos años gratuitos de la espalda. Se puede intentar luchar contra la marea, pero nunca contra el tiempo...porque es el ganador de toda batalla. Y finalmente no pudo hacerse con la juventud que alguna vez tuvo malgastándola con explicaciones de una vida que ya no tenía sentido ni valor.
Las lágrimas salieron en forma de cartón porque tenía los ojos más secos que un puñado de nueces California. Cada vez que lloraba le dolía y siempre la sangre acompañaba. Nadie nunca se apiadó de él. Creo recordar que ni siquiera lo miraron mientras se quejaba por fuera y por dentro. Llegó un momento en el que dejó de reconocer voces, rostros y cuerpos. No conocía a nadie, nada le resultaba familiar. Como recién bajado de una nave espacial en pleno Saturno.
Su nuevo espacio sideral se convirtió en almohadas y mantas que cubrían la fealdad que ahora le acompañaba. La batería de su teléfono moría lentamente mientras veía que nadie lo hacía sonar y la agenda se iba borrando a cada minuto que pasaba. Dicen que las mujeres viven más ancladas al pasado que los hombres y les cuesta más olvidar. Ya ni sabía que era un hombre...no reconocía su cuerpo.
Tras el planteamiento de una existencia que nunca fue del todo suya intentó buscar por delante y por detrás de su mente aquellos recuerdos alegres y felices que invadieron en algún momento su luz. Lamentablemente no fue capaz de encontrarlos, porque nunca llegaron a existir. Con un atisbo de valentía él miró hacia la mesilla y vio ahí su futuro. Se acercó y cogió aquel bote de píldoras para dormir. Sin siquiera pensarlo se metió en la boca un gran puñado que bajó con un abundante buche de agua que bebió de la botella. Repitió la acción varias veces y mientras se echaba en la cama....se dejó vencer...
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