Había una vez un príncipe indio. Era alto, esbelto y tan guapo como los que salen en las revistas de Bollywood. Todo era tan perfecto en su vida... Las personas lo miraban al pasar, lo envidiaban por su belleza, por su dinero y por su elegancia. Era el soltero de oro que toda suegra ansiaría traerse a su familia. Las chicas suspiraban a su paso y su familia se enorgullecía al ver cómo su retoño se convertía en hombre. Ya buscaban entre los indios más adinerados a la más hermosa joven para comprometerlos, pues así solían ser las tradiciones familiares. De repente el príncipe dejó de sonreír. Ya nada le hacía feliz y nadie entendía por qué. En sus sueños aprovechaba cada segundo para escapar de la realidad y poder ser la persona que quería ser....sin riquezas ni coronas. Ante él se levantaba la decisión más importante de su vida, ¿serle fiel a su cultura o a su corazón? ¿Tener todo o nada? Si todo significa la vida que lleva...igual prefiere no tener nada. Sin embargo, su todo es la felicidad que para el mundo exterior no es nada.
Meses después...tras bajar unos kilos en forma de lágrimas decidió ponerle fin a tanta farsa y tanta mentira. Como su propia familia y cultura le había enseñado, todo tipo de noticia relevante ha de hacerse en público y en voz alta y clara. Organizó un evento de tan calibre que fueron miles y miles de personas. Todos creyendo que el príncipe iba a comprometerse con alguna hermosa india del lugar. Los comentarios nombraban a decenas de jovencitas que podían ser las afortunadas. En el momento crucial, el príncipe se aclaró la garganta y tras un prolongado silencio....se confesó...
1 comentario:
¿que pasó después??
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