ROBREDO

Nací en octubre de 2009. Poco después me trasladaron a Tenerife y me pasé varios meses en un almacén de algún municipio que ahora mismo no recuerdo. Me movieron nuevamente a otro sitio mucho más bonito. Cuando estuve limpio y aseado me pusieron bajo unos focos para que todos me miraran. Decenas de personas me tocaban y hojeaban diariamente. Me abrían, me cerraban, entraban dentro de mí, me manipulaban....
Yo mientras tanto escuchaba sus conversaciones. Todas decían algo bueno y algo malo sobre mí. Me dijeron que mi color era un poco "indiscreto", me llamaron largo, pequeño, ancho, deportivo, caro... Finalmente todos terminaban por marcharse sin siquiera despedirse. Era obvio que permanecería ahí mucho tiempo. Nadie quería llevarme.
Hasta que un día como cualquier otro apareció aquel chico. Recuerdo que iba vestido con unos pantalones cortos, unos tenis de deporte y una camisa transpirable. Le encantaba mi color, mi forma, mis características, todo. Por lo que escuché iba a ver muchos como yo en varios sitios, así que no sabía qué hacer todavía. Algo me decía que él sería para mí. Fue algo extraño, una atracción instantánea. Se llamaba Raúl.
Pasaron unos días y volvió de nuevo. Esta vez para llevarme. No recuerdo haber sido tan feliz en la vida. Al fin me libraría de todos esos niños que me hacían daño mientras jugaban conmigo. No tendría que volver a escuchar los insultos de los que me miraban y al fin saldría a pasear por la ciudad. Estaba tan ilusionado...
A la semana siguiente volvió a venir a buscarme. Me llenó de raquetas y una mochila mientras empezaba a toquetearme. Finalmente me presentó a su teléfono móvil y se decidió a sacarme. Conectamos desde el primer momento. Me trataba con mucho mimo y cuidado. Desde ese día estaba seguro de que con él sería completamente feliz.
Esa misma semana me llevó de norte a sur. Me enseñó el camino de vuelta a casa, varias canchas de tenis, su trabajo. Me presentó a su familia y sus amigos. No podía creérmelo. Fue todo tan deprisa que parecía un sueño del que iba a despertar. Ahora ya reconozco su música favorita, y yo también la adoro. Me tiene muy limpio y siempre huelo bien. Hasta me ha bautizado. Me llamo Robredo...