Una de las armas más poderosas del ser humano, el secreto. Incluso mejor que la retórica, la mentira o el engaño. Es algo que todo el mundo posee y utiliza. Los secretos se guardan, se cuentan, se traicionan, se revelan, se manipulan. Una receta que va acompañada de cualquier tipo de guarnición.
Hay secretos inconfesables que mueren en los corazones de cada persona. No suelen gustarme demasiado. Yo creo que un secreto debe ser compartido por dos personas. Es una carga demasiado pesada para un solo cuerpo. Cuando se acompaña de propia vergüenza o carencia de lógica se convierte en algo nefasto que nunca se contará por miedo a cientos de cosas.
Los secretos a voces son divertidos. Parece ser que la única persona que lo guarda es su creador porque el resto del mundo ya lleva tiempo comentándolos. Son absurdos y tontos, pero no dejan de ser secretos.
A mí me gustan los secretos que dan miedo. Esos que se les cuenta solamente a una persona de plena confianza y siempre quedará esa duda en la parte trasera del cerebro que nos dice "¿y si lo cuenta?". Finalmente morirá en dos tumbas o también puede acabar en traición al revelarlo a una tercera parte. Suele ser algo bastante importante que ni con los años se vuelve a nombrar.
Los secretos son misteriosos, místicos, impensables... Yo todavía guardo un buen puñado de ellos en mi memoria. Me gusta guardar secretos. Es sinónimo de confianza, de cercanía, de amistad, de cariño... Cuando uno revela un secreto es como un espejo, se rompe y nunca nadie podrá volver a repararlo. Podremos seguir mirándonos en el espejo pero veremos un reflejo incompleto, roto, dividido...si se revela un secreto las cosas nunca volverán a ser como antes. Así son los secretos...
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