miércoles, 30 de septiembre de 2009

EL VACÍO DE LOS SUEÑOS


Solucionando el sentido de mi vida, para darle un nuevo significado no es tarea fácil. No se trata de buscar ese duende de la suerte que me tira polvos mágicos mientras duermo, ni de llevar un amuleto escondido en mi cuerpo. Tampoco se trata de desaparecer durante una temporada y vivir una ilusión en un paraíso, que después de todo no sé si fue real.
Sé que no estuve aquí, pero tampoco puedo garantizar que estuve allí,
o que conocí a alguien de verdad. Es confuso el saber que querer es poder, pero que al final de la línea nunca está la parada donde me quería bajar. Saber que me equivoqué de vagón una vez más, y que ahora el tiempo tiene que darme energías para coger el próximo tren.
Lo que puedo asegurar es que caminé junto al río un millón de veces, me sentí libre y con energía. Absorbí tanta sabiduría como pude y la nieve hizo que mis pies se hundieran hasta las rodillas. Sé que fui feliz, y que mientras me alejaba de casa cayó un aguacero que me purificó de tal manera, que ni todos los pecados que he cometido a día de hoy me harán ir al infierno. Permanecí bajo la lluvia unos inst
antes mientras sonreía, y luego caminé. Todos corrían menos yo, todos se cubrían menos yo, y mi sonrisa no se borraba. Llegué a casa como una canoa llena de agua a rebozar y tan feliz como un niño con un puñado de caramelos. Mi madre extranjera no paró de reírse de mí, supongo que porque parecía estúpido; quizás nunca entendió que acaba de cumplir uno de mis sueños. No siempre se puede caminar bajo la lluvia rodeado de extraños en un lugar donde estás perdido a cada segundo. Y yo lo viví en mi propia piel.
También recuerdo esas tormentas que amenazaban con azotarnos durante todo un mes, pero al final eran tan inofensivas como una gota de agua. Sentarme en la cocina con la puerta del balcón abierta mientras vería los relámpagos caer no fu
e un sueño, ni tampoco lo fue el despertarme con la nieve cayendo sobre los árboles en marzo.
Los elementos pasaron por mi vida como si de un desfile se tratase. Quizás para que escogiera mi favorito, o para que los admirase al pasar, pero lo cierto es que me enamoré de cada uno de ellos. Pero sólo tuve un romance con uno de ellos. Y es que el agua me cautivó. La lluvia, el río, el lago, todo. Nadie se imagina lo poderosa que puede llegar a ser el agua, y lo que seríamos si un día desapareciese.
Tratando de encontrar mi rumbo pasaron muchos extraños. Multitudes no me prestaban atención, y los que lo hacían era porque el destino los obligó. Quizás esa es la razón de que se hayan convertido en un recuerdo que guardo en mi mente, donde dice “cajón de desagradecidos…no abrir jamás” y estarán ahí sepultado
s para siempre. Otros están guardados en mi pecho, donde dice “momentos que hacen que la vida valga la pena”, ya que demostraron que el movimiento se hace andando, y que sin importar el pasado o el color de la piel, aún podemos crear un futuro unidos. Todas esas personas que sonríen porque un día se cayeron y se volvieron a levantar, o porque son felices de estar en el mundo y de no saber nada de lo que los rodea.
También guardo otras muchas cosas y personas cerca de mi corazón, donde hay un armario enorme que dice “recuerdos demasiado maravillosos como para dejarlos salir un día de nostalgia”, y ahí se han quedado. Suelen salir por las noch
es para hacerme sentir vivo y absurdo, para hacerme creer que todo fue real y que la luz del día me miente al decir que aún sigo aquí. Cosas que nunca creí que pasaran y palabras que nunca creí que diría. Momentos que nunca creí que viviría y sentimientos que nunca creí que aflorarían en mi ser. Fueron pocos los seres que se preocuparon de que alguien que no tenía un por qué, se sintiese bien en un castillo de arena. Tantas culturas mezcladas, que no fui capaz de discernir tanta sabiduría. Tantos consejos, tantos abrazos, tantos momentos por recordar que me pasaría la vida entera para contarlos con detalle.
Cuatro meses intensos que me hicieron ver que nada de lo que tengo es realmente mío, y que puedo morir mañana con una sonrisa de oreja a oreja, aunque mi ayer no fuera muy soleado. Personas que merecen la pena porque no ordenan su cuar
to cada día, ni se miran al espejo antes de salir de casa, personas que no se preocupan por lo que pasará mañana, o por cosas que no tienen importancia. Personas que miran los detalles que la vida deja a su paso, y que no le temen a sonreír a un extraño, sin pensar que han de tener vidas cruzadas. Personas que no siguen ningún tipo de patrón y ningún tipo de regla. Personas que aman la naturaleza y que cuidan lo que les rodea, incluso sabiendo que mañana el mundo será un lugar devastado.
Aprendí a ganarle la carrera al tiempo y a decidir cuándo quería bajarme de mi mundo para irme de paseo. Aprendí a hablar en dialectos imposibles y con gestos incomprensibles, pero que siempre nos hacían sonreír. Aprendí que hay un idioma universal y que sólo se puede hablar con el corazón. Aprendí que nadie es culpable de nacer en sitios diferentes, alejados y de que la resignación se toma de por vida. Aprendí a lanzar besos volados al viento por si alguien en el otro lado del mundo necesitaba un poco de calor humano. Aprendí tantas cosas que ni si
quiera las palabras de mi limitado lenguaje me dejan expresar. Las letras me limitan tanto que ni siquiera puedo contar esas historias que me hicieron vibrar mientras dormía. Esas historias que me llevaron al mundo de otras personas, donde la vida no es tan sencilla y donde las promesas que se hicieron nunca se cumplirán si no se pone el alma en ello.
Cuatro meses que se hicieron años, pero que a la vez fueron segundos. Gente esperando, gente parando el tiempo, sentimientos estancados y juramentos sin sellar que se llevó el viento.
En las paradas de ese tren con rumbo a nunca jamás pude encontrar arquitecturas de ensueño, que una vez seres humanos crearon para que nosotros las destrozáramos con la mirada. Medios de transporte de todas las formas y colores, y momentos que sólo pudieron pasar cuando abría mi cartera. Compañeros de viaje simplemente perfectos, entre los que se coló un demonio que me enseñó que puedo ser un actor y matar al mismo Lucifer. Pero sobre todo agradecimiento. ¿Q
uién dijo que no se dar las gracias? Seguro que más de uno, pero ¡qué equivocados estaban! Después de tantas cosas vividas, cómo no se puede ser agradecido. Recibir sin dar nada a cambio nunca ha sido mi fuerte, pero fue inevitable en esta etapa. Nunca podría pagar tantos buenos momentos, tantas miradas y tantas palabras. Ojalá pudiera pagar todo eso de alguna forma, pero creo que no hay minas de oro suficientes en este mundo para pagar siquiera un solo plazo de la fracción. Después de todo espero volver algún día y revivir cinco minutos aunque sea.
Una familia que me enseñó que la unidad hace la fuerza, me enseñó que los extraños eran bienvenidos y que el sol y la luna pueden cenar juntos bajo el mismo techo. Una familia que sacó lo mejor de mí, y que hizo que me tragara lo peor
de mí. Una familia con la que no podría convivir cuatro meses más, pero con los que me encantaría viajar a mil y un lugares. Una familia que daba todo a cambio de nada, y que no te miraba la mano a ver si traías algo, sino que te la cogían directamente para darte calor. Una familia que me hizo llorar a escondidas y sonreír cada día. Una familia que trajo la luz a un túnel que no vio salida en tres años. Una familia que dio cobijo a alguien que no conocía las cosas buenas que cada insignificancia podía dar. Una familia que me dijo “si quieres podemos salvarte, podemos llevarte lejos de aquí”. Una familia que me enseñó que se pueden ver colores con los ojos cerrados y que todo se magnifica cuando estás solo sin saber por qué. Una familia que me enseñó que mi amor por los gatos no era una obsesión en absoluto, y que podemos sacar lo mejor de las cosas más simples.
Supe cuándo sobraba y cuándo se me echaba de menos. Conocí todos los colores que existen en el mundo y descifré enigmas que mi mente no pudo por sí misma.
No me resigno a aceptar que cuando quiero que una historia no termine, es cuando me doy cuenta de que nunca empezó. Fue todo una ilusión que vive en mi mente y que se alimenta de recuerdos que tampoco sé si son producto de mi imaginación.
Abrazos que no sé si fueron dados de corazón o por compromiso. Palabras dichas del alma o lanzadas al viento sin lugar o razón. No se discernir lo que pasa por mi cerebro y mi cabeza se llena de tonterías que todos parecen comprender menos yo. Miradas fingidas y lágrimas vertidas en vano. Siempre en vano, porque en este mundo todo se hace en vano.
Lejos de aquí me creí todo, como una novela que lees y que sabes que una vez existió ese protagonista al que todas las cosas buenas le pasan y las malas no le preocupan. Mienten los que dicen que volverán de donde nunca debieron irse, y mienten todos esos que prometen amor eterno y volver las cosas a la normalidad. Mienten los que pretenden cambiar las cosas de sitio y limpiar a fondo los desgastes de los años. Mienten los que quieren borrar los errores que el tiempo dejó atrás y que ni mil generaciones más podrán restaurar. Y miento yo, que sigo aquí sentado creyendo que todo ese tiempo volverá a pasar en este mismo plano y en este mismo espacio. Miento yo, por creer que el mundo es un lugar lleno de arco-iris y mariposas donde el amor es tan fácil de conseguir como una piedra en el fondo de un lago. Miento por creerme todo lo que me dicen, por esperar al que no tiene prisa y por llorar por lo que no tiene remedio. Después de todo la felicidad son esos pequeños momentos que hacen que nuestra vida valga la pena, pero que son tan difíciles de conseguir como una rosa en invierno.
No quiero que vengas dentro de unos años, cuando las heridas hayan sanado y cuando cada cosa esté guardada. No quiero que vengas cuando ya tenga mi vida solucionada y mi destino escrito en el cielo. No quiero que vengas a hacerme un lío como has hecho en la distancia y que después de que te fueras al final me digas que siempre estuviste ahí. “Nunca me fui, siempre pensé en ti”. Eso ya no me vale, ya no me valen muchas cosas.
No quiero alquilar sueños, ni construir emociones en paredes de corcho blanco. Ni quiero escribir lo que siento en un papel que está apunto de quemarse.
No quiero volver a ese avión lleno de lágrimas que nadie nunca vio, y de sonrisas que fingí a más no poder. No quiero volver a ese avión que separó la realidad de la fantasía y que acabó con una travesía a una cárcel de cristal. No quiero pasar por los medios para llegar al fin, y no quiero tener que jugar un papel para el que no estoy hecho y para el que me obligan a practicar. No quiero ensayar cada día los momentos que no quiero volver a vivir, porque al final de cada historia, siempre hay un vencedor y un vencido. Después de cada rivalidad, siempre hay un héroe y un fracasado. No quiero ser otra persona, ni vivir en otro cuerpo, pero tampoco quiero que el destino me ponga a prueba cada vez que le plazca, y juegue con lo que yo utilizo para seguir adelante. No estoy escribiendo historias cuando estoy ebrio, ni contando anécdotas de momentos que nunca existieron, porque mi mente no es el lugar donde quiero estar, pero ella me indica lo que quiero ser.
Y después de la tempestad siempre vuelve la calma, pero no merece la pena esperarla para siempre, porque después de todo, sé que no está aquí.

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EL COMIENZO NUNCA RESIDE SOBRE NINGÚN PRINCIPIO...

Parecía que nunca nacería, pero aquí está...con una estética forzada y protocolaria. Con un toque propio de esos que te recuerdan a quién pertenece y con muchas expectativas de futuro (para liberar tensiones más que nada). Sin más, pongamos puntos y suspensivos a esto que nace hoy y que nadie sabe hasta dónde llegará....bienvenidos a mi verdad




"LA LOCURA QUIZÁ NO SEA OTRA COSA QUE LA SABIDURÍA MISMA QUE, CANSADA DE SOPORTAR LAS INJUSTICIAS DEL MUNDO, HA TOMADO LA INTELIGENTE RESOLUCIÓN DE VOLVERSE LOCA"

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE