viernes, 24 de octubre de 2008

# LA INTEGRIDAD DE LO GENUINO


Tumbado en la cama con mi peluche como almohada, abro los ojos. Miro el reloj, que marca las siete, y me pongo a pensar. Razono sobre el sentido de las palabras, y sobre el efecto que tienen en cada persona; a veces duelen, a veces nos hacen felices, nos hacen sonreír, nos hacen llorar… pero al fin y al cabo tienen mucho poder. Es lo único que nos permite manifestarnos. Las palabras significan mucho más de lo que pueden llegar a expresar.
Mientras tanto, caras conocidas van girando en mi cabeza cual ruleta en un concurso. Cada una tiene un rostro diferente, con un pasado, con un presente y con una sonrisa. Y ahí es donde me quedo a descansar. En todas esas sonrisas que me indican que no estoy solo, que no debo tener miedo, que el terror no volverá a cohibirme.
Intento levantarme mientras busco mis gafas en el suelo, y por fin observo con nitidez las paredes de mi habitación. Esas paredes donde cuelgo mis recuerdos, los buenos momentos, mis viajes a otros lugares y la gente que más quiero. Gente que me ha fallado, gente que quizás hoy no es un mundo para mí, pero que ayer me conmovieron y zarandearon mi universo. Recuerdos que giran en mi cabeza como una peonza a la velocidad de la luz. Me recorren por todos los poros de la piel y llenan mi cerebro de momentos, pero nunca de ideas preconcebidas, ya no.
Y después sonrío, me miro al espejo y sonrío. Me río de las arrugas que me salen cuando hago muecas y de lo raro que es ser como yo. Me río de cómo personas tan diferentes pueden vivir en un mismo lugar y de cómo muchos de ellos hacen que mi vida sea más altiva.
Veo esos retratos que cuelgan de la pared y que me indican que si algún día hubiese un déjà vu de instantes del pasado, yo no volvería a tener esa cara, ni esa sonrisa, porque cada momento vivido es único. Incluso si trato de recomponer los segundos de un recuerdo, nunca seré capaz de asemejarme al momento real. Ni las fotos son capaces. A veces siento que yo no soy el de la foto, que yo no tenía esa mueca cuando salió el flash de la cámara, o que yo no recuerdo cuándo la foto fue tomada. Pero ahí está, sacada del pasado, para que en el presente nos recuerde cómo no seremos en el futuro. Y es comprensible, porque nunca seremos los mismos.
Cuando salgo del cuarto, me dirijo hacia al baño y me lavo la cara. Me tiro en el sillón y vuelvo a cerrar los ojos, y me pongo a pensar en las personas que han pasado por mi vida y sobre todo en aquellas que han llegado y que me han demostrado que aún es posible un mañana.
Toda esa gente que te enseña a compartir y que me da la mano sin saber si quiera si soy un asesino, o si tengo una navaja entre los dedos. Personas que te apoyan y te ayudan de forma inconsciente, que aunque mañana no estén aquí, dejaron una huella en mí hoy. Personas con sentido del tacto y que utilizan todo lo que tienen sin miedo a esconder sus lados más oscuros. Personas que no me dicen cómo debo ser o qué camino debo seguir, sino que me preguntan qué carretera tomar y me acompañan durante el resto del sendero. Personas que a través de un ordenador me dan más calor que el que podría darme un conocido que me ha visto crecer desde un sitio privilegiado. Personas que no me han elegido por lo que tengo o lo que represento, sino porque han visto mi sinceridad reflejada en mi sonrisa.
De cualquier sitio aparecen y cada vez te sorprenden más. Es difícil saber cuál es un rostro de carne y hueso y cuál es una careta con un disfraz, pero después de todo, cada uno tiene un papel en este mundo. Quizás el destino de los actores sea descubrir en otra vida que tal vez en ésta estuvieron equivocados. Tal vez rectificar sea de sabios y no de tontos, pero sin temor alguno, la confianza se nos va de las manos.
Nadie puede negarme la alegría que da aparecer en una nueva atmósfera, donde un extraño puede llegar a conmoverte con la historia de su vida. O descubrir que su familia puede levantar tu curiosidad de tal modo, que llegues a plantearte si al final de todo sea perfecta, o sólo que se parece a algún personaje de la televisión o que leímos en algún libro. Personas que tienen un interior tan hermoso como los trapos que usan para vestirse, y que te sonríen cuando has hecho algo mal, porque saben que nadie es perfecto. Personas que son tan afines a mí, que a veces no sabes si el que habla soy o son ellos que leen mi reflejo a través de sus miradas. Personas intrépidas que no tienen miedo de ir por caminos vírgenes, ni temen callejones oscuros donde reírse de la oscuridad y jugar a las tinieblas con las sombras. Personas alegres que dejan sus preocupaciones debajo de la cama y que no tienen miedos enjaulados en ningún ático. Personas que no te dicen que sólo quedan cuatro horas juntas, sino que añaden un todavía y alargan el día hasta que nos damos cuenta que ha pasado un mes entero.
Personas que no tienen miedo de gritar al mundo que les gusta lo absurdo o que adoran las tonterías por el simple hecho de hacer el payaso un día soleado. Personas que se ríen de los rumores, y que huyen de las conversaciones de besugos, porque al fin y al cabo no sirven de nada. Personas que valoran una piedra sobre la arena y que ven fantasía donde la realidad ya es aburrida. Personas que rompen la monotonía y que llenan de colores los días más grisáceos. Personas corrientes, que son tan diferentes y especiales que nunca los confundiremos entre la multitud. Personas tan genuinas que su imaginación no tiene límite alguno. Personas tan respetuosas que no se atreven a blasfemar el comentario más absurdo porque saben que todo, y absolutamente todo, ocurre por una razón. Personas que no buscan motivos a cada acto de osadía, sino que responden con una carcajada sin saber realmente por qué demonios el cielo es azul. Personas que no necesitan que el sol brille para ir a la playa o que la luna salga para irse a dormir. Personas que hacen que el espejismo de una fuente en el desierto se haga tan real como los arco iris que aparecen después de cada tormenta. Personas tan agradecidas que rebozan brillo en los ojos cuando saben que un detalle sale del corazón. Personas que no se adentran en dolores ajenos porque saben que siempre hay un perro escondido en la casa del vecino. Personas que no se equivocan al decir un te echo de menos o un te quiero cuando ya están fuera de alcance. Personas que no se despiden si realmente no van a irse o que no se quedan si realmente prefieren estar en otro sitio. Personas verdaderas que demuestran que somos humanos y que aunque mañana estemos en otro plano, hoy hay que lograr lo mejor de la vida. Personas que prefieren regalar un silencio, en vez de abrir la boca y estropear un momento para siempre. Personas que no esconden la mano cada vez que se equivocan y que no tienen miedo de los fracasos porque saben después de la tormenta siempre llega la calma. Personas que miran al cielo como si fuera la primera vez y que respiran el oxígeno como si fuese su último suspiro. Personas que no te preguntan qué es lo que miras, sino que observan contigo y tratan de averiguar el por qué de tu melancolía.
Después de analizar el interior de las personas que he conocido y que de una manera u otra han marcado la trayectoria de mi destino, unos junto a mí, otros en contra, me decanto por tomarme una ducha de agua helada que me haga sentir vivo una vez más.
Cuando estoy apunto de quitarme la ropa, suena el teléfono al otro lado de la casa, y decido que hoy no me apetece contestar, porque cada cosa tiene su momento y cada instante su sitio. Y como sé que cometo errores a diario, prefiero que el agua purifique lo que el tiempo me ha traído, y así ser capaz de caminar con un cuerpo totalmente renovado, plantando cara a un nuevo día. Un día lleno de cosas que aún me quedan por vivir y que no cambio por lo que más deseo, porque el altruismo no viene por catálogo, y cada segundo cuenta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las palabras son importantes, nos permiten comunicarnos, pero no son objetivas. Nunca las interpretamos de la misma manera. Lo mismo, dicho de una u otra forma o dicho a una u otra persona, puede tener efectos totalmente inesperados. Bonita entrada. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Escribes muy bien y reflexionas mejor. Aunque tus entradas a veces son tan largas que marean.

Me ha gustado.

EL COMIENZO NUNCA RESIDE SOBRE NINGÚN PRINCIPIO...

Parecía que nunca nacería, pero aquí está...con una estética forzada y protocolaria. Con un toque propio de esos que te recuerdan a quién pertenece y con muchas expectativas de futuro (para liberar tensiones más que nada). Sin más, pongamos puntos y suspensivos a esto que nace hoy y que nadie sabe hasta dónde llegará....bienvenidos a mi verdad




"LA LOCURA QUIZÁ NO SEA OTRA COSA QUE LA SABIDURÍA MISMA QUE, CANSADA DE SOPORTAR LAS INJUSTICIAS DEL MUNDO, HA TOMADO LA INTELIGENTE RESOLUCIÓN DE VOLVERSE LOCA"

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE