
Desde que empiezan los primeros acordes ya no hay marcha atrás. Ahí comienza la vida o la muerte. Máxima atención y caen las lágrimas. Mil sensaciones en el interior y todas se viven de distinta manera. Para unos es la perfección musical, para otros solo un poco de percusión con una voz desgarrada, pero siempre significan algo.
Parar una canción a mitad puede ser un alivio o un delito. Una falta de respeto, un apuro cuando ya llegamos tarde a la cita. Lo mismo ocurre cuando nos pronunciamos mientras suena. Hablar al escuchar una canción especial es estropear el momento, matar la magia, acabar con la pasión. No es fácil comprender cuando la música no es una vida, y la ilusión para vivirla. Para mí es mucho más que eso. Son mis pasos hacia delante, mis momentos de melancolía, el peso del pasado. Son ansias de un futuro y ganas de expresarse con un piano o una flauta. Una canción es mucho más que una tecla en una minicadena o un clic en el ratón. Va más allá que un título en una carátula o una voz en si bemol. Tiene un propósito, un inicio y un nacimiento. Salió de una mente que la vivió, la pensó o la imaginó. Juntándola con instrumentos salió de una melodía y acompañada o no con una voz puede dominar el mundo.
Una canción es mucho más poderosa de lo que muchos pueden llegar a creer. Una canción es un ser humano, soy yo y eres tú.
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