Como un cuerpo aún sin explorar, virgen, joven e intocable.
Paisajes imposibles, llenos de bosques frondosos de colores cálidos. Rojos, naranjas y amarillos que no se podían sacar de ninguna mezcla, más que de la madre naturaleza.
Ardillas correteando por las ramas y buscando comida entre las hojas y la hierba, ajenas a la belleza que les rodea.
Lagos de aguas cristalinas y tonos transparentes que reflejan el cielo más azul.
Gentes amables que se detienen en cada esquina para ayudar a los portadores de esos mapas que visitan la ciudad y no encuentran su destino.
Demasiado que sentir y muy poco que decir. Las palabras son limitadas y el vocabulario se hace escaso para tales experiencias. Así es Canadá...todo lo imaginable en un sólo país.
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