UN ACTO DE FE

Los actos de fe nunca son planeados. Yo me considero un acto de fe andante. Siempre apuesto por el menos probable porque tengo la esperanza de que en esa ocasión rompa el molde y la mala racha. Arraigado por la mala suerte del destino nos hace más valientes. Coger las riendas del destino para lograr aquello en lo que se ha empleado cuerpo alma y corazón nos hace invencibles.
Yo recuerdo que una vez fui invencible. Creía que el mundo me daba lo que en el pasado la vida me quitó. Tenía confianza en mi fuerza, en mi poder, en las ganas que me salían por los poros. Sin certificado compulsado me lancé al vacío con un acto de fe por pasaporte y finalmente caí contra el suelo. Me levante deprisa por si alguien me hubiera visto y seguí andando mientras curaba mis heridas por el camino. No me detuve ni para comprobar que no me dejaba nada atrás.
Sin embargo, después de haber sido apedreado una vez tras otra sigo teniendo actos de fe.
Parece que no me importa arder en medio de la hoguera, porque sé que al final me gustará sentir las llamas en mis dedos. Considero que la vida se pasa mejor viendo los sueños aunque sea tan sólo en la lejanía y creer que se pueden lograr es el primer paso para poder llegar a conseguirlos alguna vez. Los baches que puedan haber para lograrlos son los que llenan de energía cada uno de los actos. La fe no viene regalada en las manos de Dios...