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Nadie lo diría después de lo que pasó. Tras este puñado de años subiendo y bajando en la montaña rusa de la vida ni yo mismo hubiera previsto un momento como este. Finalmente el pasado se tragó su orgullo, su ira, su rencor, y volvió a unir esas dos almas durante unas cuantas horas. Parecía como si los años no hubieran pasado jamás. Fue impactante la manera en que los seres humanos perdonan, recuerdan y reviven. Dos extraños prácticamente uno frente a otro contando sus relaciones actuales y poniéndose al día con todo aquello que no se habían contado después de meses que se convertían en años. Sentó bien, sentó vivo, sereno, como si una espina se hubiera desintegrado del corazón de una vez. Una cuenta pendiente finiquitada...
Todas aquellas cartas siguen en las cajas esperando ser releídas y rememoradas. Todos aquellos recuerdos, aquellos viajes, aquellas noches con sueño y sin dormir, hablando. El tiempo que se aprovechaba en vela para no decir adiós todavía. Esas vidas que entrelazaron una de las relaciones más bonitas de la historia. Ahora enmarcada con flores secas que todavía huelen a jazmín. No recuerdo cómo terminó ni cómo comenzó, pero llegó a marcar muy profundo para convertirme en quien soy finalmente. Sin duda el tiempo al final se dio cuenta que no podía hacernos terminar así y convirtió todo en amistad y complicidad infinita. Buena decisión por su parte.
Me alegro que todo quedase en un presente en el que dos buenos amigos con una bonita historia se llamen para contarse cómo les va la vida. Relaten sus relaciones actuales con lo bueno y malo que tienen mientras se ríen de lo ingenuos que han sido a lo largo de los años. Miradas cómplices igual que la que dos niños que se conocen desde pequeños y han crecido jugando a la pelota juntos podrían tener. Un aliado que creí perdido y me alegro de haber recuperado después de tanto tiempo. Un buen rato inesperado que no pensé que se pudiera volver a dar jamás.