Parece que ha llegado el final. Utilizado una vez más. El trono dorado finalmente estaba hecho de cristal y se rompió en mil pedazos cortándome la piel a su paso. Todo no fue suficiente y más se convirtió en obligación. La miseria se mezcló con el perdón haciendo que todo se tiñera de rojo. La magia se perdió porque yo estaba en una guerra disfrazada de pasión y él me ganó. Sin saber que era una competición...me ganó.
Siento que mi mundo ha sido envenenado con el líquido más letal. Litros de cura no podrán dejarlo de enturbiar y ahora no puedo ver lo que me espera más allá, si acaso esto es mi final. La vida me enseña ahora que nunca te tuve y nunca te tendré porque lo elegiste a él. Me veo ardiendo en llamas de tanto alcohol y no importa que nadie venga a rescatarme porque el fuego me empieza a gustar. No voy a llorar porque mis ojos se niegan a volver a parpadear.
Te devuelvo aquel sueño que nunca pude hacer real. Estoy seguro que no era para mí, sino para él. Lo dejo intacto, con aquel lazo que lo bordeaba y la carta llena de mentiras que lo acompañaba. Volveré a mi hogar a curarme las heridas, a tomar siete vasos de leche al día para desinfectarme del todo. Cerraré aquella puerta con llave y quitaré el pomo para que nadie jamás vuelva a entrar. Quizás algún día me vea capaz de volver a salir a respirar, a andar, a volver a amar...
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