Una de esas noches inesperadas en las que no se espera nada pero acaba con guinda y pastel. Un triángulo de amigos de los de siempre, de los buenos. Colegas de años de rodaje con los que se puede pensar en alto y las paredes no dejan salir los secretos. Carcajadas aseguradas, un vaso en la mano, un bar inexplorado y la velada perfecta. Espero impaciente ese jueves, como aquellas noches en el salón de las lunas que tanto echo de menos. Que sea ya jueves...
Una de esas llamadas que no tenía en mente hacer, que salió del alma, con un plan improvisado. Posible cena con una gran amiga. Esta vez sin raquetas, sin planes, sin papeles, sin dinero. Para ganarle el pulso a la prisa, que parece que nos domina. Por el simple hecho de charlar, de sonreír, de romper con un hacha la rutina. Ya no importa si no tiene lugar, me sigo quedando con la llamada, diferente, extraña, como la vida misma. ¿Te apetece un japonés?
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