Cuando tenía diez años en el colegio me decían que era rarito. Tenía la nariz demasiado grande y la boca demasiado pequeña...pelo como un erizo. Llegué a casa y le pregunté a mi madre si era verdad. Lo único que ella me dijo es que yo era más guapo y ojalá ellos tuvieran mi sonrisa. Eso me valió para olvidar el tema durante un tiempo.
Luego me decían que era bajito, muy delgado y marica. Me hacían ver que la vida era un poco injusta y me lo tomaba demasiado a pecho...pobre niñito. A veces hasta no hacía cosas que me apetecían, ni participaba en nada porque estaba avergonzado. También me di cuenta que juzgamos por lo que hacemos y no por lo que somos.
Lo que yo no sabía era que mi cerebro y mi cuerpo crecerían también como mi nariz. Me hice más grande que los demás de muchas otras maneras. Y aunque siempre había alguien que me dijera alguna descalificación, a mí siempre me servía para sentirme superior. Después del instituto pasé el colador por mi vida y me quedé con lo mejor. Demasiada personalidad para andarse por las ramas...y ya no sólo eran comentarios, sino también miradas.
Hoy me miro en el espejo y sí, hay una nariz grande, unos labios finos, boca pequeña, pelo de erizo y todo en un cuerpo de marica. ¿Qué le voy a hacer? Es lo único que hay y después de 25 años he terminado por acostumbrarme...y los demás que aguanten...
No hay comentarios:
Publicar un comentario