MI NOVIEMBRE

Es tan extraña la forma en que el mundo funciona. Las personas van caminando por la vida esquivando enfermedades, curando heridas incurables, mirando cicatrices con historias escondidas... Navegando de un amor a otro, aprendiendo cosas, constantemente actualizando conocimientos que nunca sabremos si nos servirán de algo en el futuro. Asistimos a nacimientos, bodas, funerales...dando bienvenidas, copando con despedidas forzadas...internas, con palabras, con lágrimas que dicen todo. Crecemos rodeados de otros seres que nos aportan la fuerza para seguir, pero que el futuro probablemente aleje para siempre.
Nos vemos inmiscuidos en batallas que no tendríamos por qué luchar; algunas nos pertenecen, otras nos atacan por la espalda hasta hacernos caer...tantas veces sin podernos levantar. Guerras continuas con otras personas, guerras internas, mundiales, históricas. Algunas sin fuerza aparente y otras devastadoras. Todo ello aparentemente escondido, tan oculto que no se puede fotografiar o grabar en otro sitio que no sea nuestra memoria. Hablamos de ellos, pero todo se lo acaba por llevar el viento.
A medida que el tiempo pasa van pasando todas esas cosas que admiramos, que queremos, que sentimos nuestras. Sentimientos que afloran de lo más hondo de cada ser. Y a pesar de todas las cosas malas que esperan en cada esquina nos esforzamos por vivir de la mejor forma posible. Seguimos trayendo vidas a este planeta autodestructivo en el que todavía se siembra la esperanza de un futuro mejor. Hacemos crecer a nuestros iguales para inculcarles cómo se puede sobrevivir en una tierra de minas de distinto material.
Yo me quedo justo ahí, en esa barrera en la que se divisa la verdad de lo que nos rodea. En el espacio justo donde las personas deciden seguir adelante con sus vidas aunque tengan sentencia de muerte al alcance. En los cerebros que no se rinden ante nada, en los espíritus que luchan hasta el final, y sobre todo, en el pensamiento de seguir buscando la oportunidad de volver a esta vida después de la muerte porque incluso unas pocas horas aquí valen más que una eternidad en cualquier otro lugar. Sigo adorando este planeta que me vio crecer y que me verá morir, y en el que estoy seguro volveré de nuevo, pero con otro rostro, cuerpo...con otro nombre diferente, pero con la misma sensación que crece en mi interior desde hace años. La vida, para mí, el más grande de los dones...y La Tierra, la mejor de las oportunidades para vivirla...