sábado, 10 de enero de 2015

MI VICTORIA

Todos ansían la victoria. Siempre erguida, en lo más alto mirando a destajo toda la plebe que desea tenerla y seguramente nunca lleguen si acaso a rozarla. Ella, orgullosa como de costumbre cede unas migajas de su trono para compartirlo con aquellos pocos que logran llegar a ella. Luego baja para que alguien nuevo pueda volver a tocarla. En ocasiones se repite la misma persona, pero otras veces es un nuevo individuo. Victoria es codiciosa como la mujer más ambiciosa del planeta y es muy difícil poder controlarla. Victoria domina por completo, se cree capaz de todo y es infiel; de cama en cama cada vez que hay un nuevo campeón en cualquier ámbito de la vida. Ahí sigue ella, impoluta, como nueva...sonriente pero infame. No tener la victoria duele, provoca un hundimiento en el pecho que no deja respirar y las lágrimas que caen son infinitas y tampoco ayudan. Sin embargo, tener la victoria es igual de peligroso que no haberla rozado jamás. 
Yo, en algún momento de mi vida la tuve o creí tenerla. Nadie mejor que yo en aquellas clases, nadie sabía más que yo, ninguno de mis compañeros era tan despiadado en los trazos de un dibujo, ni tan salvaje a la hora de hacer un examen. En cambio, fue a la joven edad de la adolescencia cuando, lejos de encajar derrotas, no era capaz de salir victorioso de ninguna de mis competiciones. Ahí aprendí que victoria era manipuladora y cruel. Yo, indefenso en un segundo plano me acostumbré a ser el eterno segundón. Dejaba a todos pasar y no ponía a prueba mi propia resistencia, ya que la comodidad de otras posiciones restaban la presión que todo el mundo detestaba. Yo, en el fondo de mi alma, sabía que trabajaba mejor bajo presión y me crecía ante adversidades, pero ya no quería vencer. Ni siquiera sabía si era capaz de volver a conseguirlo. 
Tras un segundo puesto, vino un tercero, un cuarto, un quinto...hasta que empezaron las derrotas. Una tras otra. Derrotas familiares, profesionales, económicas, deportivas... Un fracaso tras otro que parecían no tener fin y fue ahí cuando ocurrió: me acostumbré a perder. No parece tan malo teniendo en cuenta que muchas personas jamás han ganado en nada, pero la línea entre victoria y derrota es tan ambigua que acaba derivando en delirio, locura, tristeza, nostalgia, desgana y un sinfín de sensaciones que incitan a la rendición. Yo, el que siempre quería ganar en todo me acababa de asentar en el último escalafón de mi propia miseria. Ahí, sin más...permanecí año tras año. Sinónimos de hospitales, intervenciones, problemas, desamores, infidelidades, suspensos, traiciones aparecían en mi camino y lejos de querer luchar y afrontarlos me limitaba a esperar que pasaran aguantando todo el sufrimiento que una persona en silencio puede aguantar. 
Hace unos años me cansé. Estaba harto de morder el polvo, de ceder mi turno, de esquivar balas y no disparar con toda mi artillería. Me prometí que no volvería a dejarme vencer. Como no, una nueva mentira en esa nueva promesa que hice para acabar rompiéndola. De igual manera luché, derroté y volví a vencer. Esta vez con pequeñas victorias que seguramente no significasen nada en otra época de mi vida, pero ahora me sabían a gloria. Los problemas seguían creciendo, volviendo, atacando e incluso derribándome, pero yo ya no me quedaba quieto. Avanzaba y luchaba con todas mis armas. Fue entonces que me di cuenta que me había hecho mayor. Que crecí sin que nadie me protegiera, sin seguir consejos de adultos. Solamente avanzaba, me chocaba y buscaba otro camino o una nueva salida. Ser adulto me pilló por sorpresa y no contaba con llegar tan lejos. También vencí al tiempo, a los años y a mi propia autoestima, que en algún momento estuvo a la altura del más lejano inframundo. 
Hace un mes, a mis casi 31 años de vida, y después de llevar más de siete años empuñando una raqueta he tenido el valor de empezar a competir. Para mí todo un reto porque mi fondo estaba fuera de línea, una lesión me impide jugar a la raqueta con la mano derecha y he vuelto a aprender a jugar a tenis con la izquierda. Hace un año y medio me parecía algo imposible. Ciertamente nací zurdo, pero mi condición de zurdo se vio limitada cuando mi madre me cambiaba el lápiz para que escribiera con la derecha y el cubierto para que comiese con la derecha. Un dilema para mí cuando todo lo que hacía fuera de casa era con el lado izquierdo. La destreza yace en mi lado derecho, pero la fuerza está en el izquierdo. Sin comprender por qué comencé a jugar a tenis con la mano derecha y como era evidente mi mejor golpe era el revés a dos manos (gracias a la fuerza de mi brazo izquierdo). Tras 5 años en el deporte la tendinitis no me dejó avanzar y después de intentar rehabilitarme sin éxito decidí que no podía seguir alejado de las pistas. Me armé de valor y empecé mi andadura como zurdo puro. Tenía camino ganado, pero los primeros meses fueron agónicos. Cambié mi juego completamente intentando que me afectara moralmente lo menos posible. Muchas veces llegué a pensar en tirar la toalla, pero mi amor por el deporte pudo más. Ahora, con un saque pésimo y una volea inexistente me lanzaba a las pistas a competir. 
Tras tres derrotas (dos de ellas contundentes), decidí si ponía solución para llegar a la victoria o volvía a acostumbrarme a perder. Hoy, en mi último partido vi una luz. No la luz de la victoria, sino la luz que está al otro lado del túnel que yo mismo inventé en mi cabeza cuando dejé de creer en mí. Seguí sin ganar, pero pude haberlo hecho si mis condiciones fueran más favorables. Ya no se trata de no saber sacar bien o de no poder subir a la red...se trata de ser más inteligente que la persona que está al otro lado de la red y buscar soluciones a los problemas, gestionar los malos ratos, pensar en positivo y tomar las decisiones correctas. Todo a la vez suena a locura, pero puede llegar a conseguirse. No tengo la idea de vencer en mi próximo encuentro porque no estoy al 100% de mis posibilidades, pero estoy buscando soluciones fuera de la pista y ciertamente las estoy consiguiendo. El fondo que una vez tuve hace más de 5 años está volviendo lentamente y estoy dispuesto a pasarme horas en pista yo solo lanzando bolas al aire para que entren en ese cuadro infernal que ha sido mi enemigo durante tantos meses. Ya no le tengo miedo y es por eso que convertiré mi debilidad en una nueva arma. 
Hoy, sin ir más lejos...una derrota me supo a victoria y como hace mucho tiempo que no notaba el sabor de victoria, ¿por qué no volver a lograrla? Esta vez, sin expectativas ni prisas. Victoria y yo nos conocemos de cerca y aunque no nos gustamos pasamos bastantes ratos juntos. Hoy, ya hecho un hombre maduro, me veo capaz de estar en lo más alto en muchos ámbitos de mi vida y aunque no pueda ganar en ciertos aspectos de mi vida que están fuera de mi control, conocimiento o capacidad... como me conozco a mí mismo, explotaré todos esos en los que puedo vencer y aunque me quede en un segundo plano, no volveré a caer tan profundo como hice años atrás. Ya no. 

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EL COMIENZO NUNCA RESIDE SOBRE NINGÚN PRINCIPIO...

Parecía que nunca nacería, pero aquí está...con una estética forzada y protocolaria. Con un toque propio de esos que te recuerdan a quién pertenece y con muchas expectativas de futuro (para liberar tensiones más que nada). Sin más, pongamos puntos y suspensivos a esto que nace hoy y que nadie sabe hasta dónde llegará....bienvenidos a mi verdad




"LA LOCURA QUIZÁ NO SEA OTRA COSA QUE LA SABIDURÍA MISMA QUE, CANSADA DE SOPORTAR LAS INJUSTICIAS DEL MUNDO, HA TOMADO LA INTELIGENTE RESOLUCIÓN DE VOLVERSE LOCA"

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE