UNA PALABRA LLAMADA SUEÑO

Sentado en aquella butaca, probablemente tapizada el año de mi nacimiento, vi la triste realidad. Como espectador de un festival en el que alguien cumplía un pequeño sueño me di cuenta de lo caros que son. Casi nunca se cumplen, pero ahora entiendo que tenerlos se paga muy caro. A mí, desgraciadamente ya no me queda dinero para comprar ninguno. Ya no tengo esos sueños que brotaban de mi piel como hace diez años. Camino sin rumbo, esperando que algo asombroso ocurra…y solamente me hago mayor. Me salen arrugas nuevas, cojo kilos en zonas indeseadas mientras me vuelvo terco y testarudo. Los sueños existen para vivir por ellos, por alcanzarlos, o de lo contrario nos destruyen. Tanta ambición ya no cabe aquí en mi pecho, ni en mi alma, ni en mi mente.

Un sueño asignado al azar mientras me veo crecer en mi mundo de cristal, en el que todo lo que toco se rompe, se quiebra. Apenas siento o padezco pérdidas inventadas que una vez quise hacer real, pero el resto de mi vida pesa demasiado, y por llena o por vacía…hacen que me duelan significados de vida. Mi sueño fue algo que se rompió aquí dentro, alguien que se fue muy lejos, algo que empecé con muchas ganas. Pequeños sueños que se quedaron en vanos intentos, que ya no pueden convertirse en nada más. Malditos sueños que una vez tuve y no recuerdo dónde guardé. Si sigo aquí es porque se puede vivir sin sueños, pero me han dicho que a la vez se puede morir en el intento. ¿Dónde compro un sueño? ¿Alguien puede vivirlo por mí? ¿Puedo permanecer en la sombra viviendo tras los sueños de los que me rodean? ¿Qué es un sueño?

Cientos de preguntas me rondan que jamás tendrán respuesta. Ya no tengo sabios a mi lado que me expliquen lo que no comprendo, todos están en algún otro lugar, preocupados por sus propios sueños. Justo allí, en aquella butaca en la que me senté por primera vez, me vi reflejado subido al escenario en algo que no puedo ser. A veces el tiempo me aborda y no me deja ser lo que quiero ser, demasiada barba en mi cara para ofrecer lo que quiero dar. Mis sueños del pasado se moldean y difuminan para que los pueda encontrar. Ahora me encuentro dentro de mi caparazón, como una tortuga gigante de Nueva Zelanda, esperando a que salga un sol más brillante, un día más radiante, una mañana más sincera que esta. Y nunca se sabe, pero puede que ese día, si alguna vez llega…sea solo para mí.