Mi madre quedó ya a nueve años que me parecen nueve años luz desde aquí. Apenas recuerdo su cara, su voz y sus palabras. Se me olvidan cosas que solo recuerdo cuando quiero desaparecer. Voy apartando gente de mi vida sin saber por qué, tomo decisiones erróneas a cada paso y no aprendo lecciones ni a fuego en la piel. Estoy cansado de caminar, de correr, de saltar, de esquivar…cansado de estar siempre cansado. Duermo mal, sueño despierto, ya dejo de ser yo. Nunca pude completarme y soy la mitad de hombre que debería ser. Familia es una palabra ajena para mí que parece difuminarse en mi mente y la amistad la encuentro en puntos concretos que luego cierran sin dejarme entrar.
Decepciones que crecen sin augurio alguno, sin futuro, con dolor. Caminando por un paseo con el mundo en contra y demasiadas derrotas anotadas en mi marcador. Jarabes que ya no curan el dolor, ni me hacen más fuerte. Lo que esta vida significa ya no me dice nada a mí persona. Continúo vagando por una ciudad como un muerto viviente con cara sonriente que no va a comerse a nadie, pero yo tengo hambre de otra cosa, de algo que no se come ni nutre. Quiero una nueva oportunidad para marcharme, un último deseo antes de irme. Hoy decido que no quiero estar aquí y mañana vuelvo a luchar, y así no se puede vivir.
La vida es más corta de lo que dicen, pero yo perdía la cuenta de la mía. Muero con cada golpe de tambor y lloro con cualquier instrumento de cuerda que acompañe a mi agotada voz. Relojes de colores que me enseñan el tiempo que he pasado tratando de ser lo que nunca seré ni podré ser jamás. Las nubes se derriten sobre mí y decido huir de lo único que me ata aquí. Pienso en lo que me enseñaron en el pasado, en las cosas que ayudan a ser mejor, y en mi equipaje no queda ninguna….si acaso las hubo alguna vez. Pierdo el control, cuando no hay rumbo….se pierde el control…

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