DIOS...

El sábado pasado, Iste iba conduciendo hacia la casa de sus padres que estaba al otro lado del país. En el asiento trasero llevaba a su hija de dos años que aún no entendía de la vida. Tan sólo tenía una mochila y un par de monedas. Le quedaba tan poca gasolina como esperanza y fe en el destino. Había pasado un año muy difícil.
Tenía con mil cosas en la cabeza y ni siquiera se dio cuenta de lo rápido que iba. De repente vio que había algo en medio de la carretera que la hizo dar un volantazo. Mientras su coche giraba sin control, le pasó toda una vida por delante de sus narices. Estaba asustada, y no tuvo tiempo de llorar, ni de mirar hacia atrás. Así que soltó las manos del volante y dijo:
"Dios, coge las riendas de mi vida, quítame el poder de las manos, porque yo sola no puedo hacerlo. Y me estoy dejando vencer. Así que dame una sola oportunidad y sálvame de este camino en el que voy".
Cuando despertó vio que su hija estaba aún dormida y dio gracias al cielo. Se dijo a sí misma que cambiaría su perspectiva de la vida, y se dijo que a partir de ese momento no volvería a seguir lamentándose nunca más. Ya no quería pasarse sus días harta y cansada. No quería despertarse un día y darse cuenta que había malgastado su tiempo. Ya no volvería a mirar hacia atrás ni a perderse el rocío de la mañana o el color de la noche.
Entonces miró el espejo retrovisor y por primera vez en mucho tiempo vio claramente su camino a casa, sana y salva. Gracias a Dios...