Más de diez años han pasado, y la única cosa que queda es aquella vieja canción, que cantaba cuando tocaba el piano y hacía a mi madre llorar.
Todavía recuerdo cuando tenía quince años, y mis compañeros de clase se reían de mí y me llamaban necio porque aún aprovechaba cada tiempo muerto para ponerme a soñar.
Mientras el tiempo pasaba, lo único que perduraba era aquella vieja canción, que cantaba cuando tocaba el piano y hacía a mi padre llorar.
Echo de menos aquellos días y aquellos momentos, en los que me perdía entre fantasías. Me sumergía en tierras de dibujos misteriosas y me refugiaba en aquel lugar donde nunca iba a crecer. En aquel espacio donde jamás iba a tener frío. Y me ponía a cantar:
"La ra na na na na, parece que me pierdo entre tanto reflejo,
la ra na na na na, voy en busca de esa estrella que guiará mi rumbo".
Sigo siendo aquel niño pequeño en mi interior. Aquel chiquillo que nunca se esconderá y el que pedirá a gritos a los demás: "no me dejen ver errores y mentiras. Tan sólo dejadme vivir y tener fe en una mirada inocente".
Bajo mis sentimientos y bajo mi piel. Debajo de los pensamientos de lo más profundo de mi ser. En el subconsciente o en el desván de la mente, veo la creación de una mirada inocente.
Siempre volveré a ese lugar en el que no creceré y en el que no sentiré frío. No más errores ni mentiras. Tan sólo quiero seguir creyendo en una mirada inocente....
No hay comentarios:
Publicar un comentario