Un buen día, cuando mi vida iba sobre ruedas, cambió de forma drástica. Después de año y medio con mi pareja, un domingo cualquiera, sin siquiera haberlo pensado, decidió prescindir de mis servicios. Ya no era lo mismo visto desde su lado del cristal. Yo no tuve voz, yo no tuve voto.
No soy persona de razonar tras una decisión tan importante. Siempre he dicho que no quiero estar con alguien que no quiera estar conmigo. La vida es demasiado valiosa y se va. Y eso fue lo que hice...irme con ella a otro lugar, a esperar a ser encontrado en algún otro sitio. Sin prisas.
He llegado a este punto con tranquilidad y serenidad. Dando las gracias a mi gente que me ha apoyado en todo momento. Gracias por esas frases "él se lo pierde", "a otra cosa mariposa", "vales mucho, si él no lo supo ver, ya aparecerá alguien mejor", "si no estaba para ti, no estaba para ti y punto", "eres la persona más fuerte que conozco, todo irá bien". Gracias por todos esos abrazos, y por todos esos besos que me demostraban que no estaba solo. Gracias por responder al teléfono en el segundo tono. Gracias a todo eso, hoy puedo respirar y poner punto y aparte a una etapa de mi vida.
Ahora me encuentro sentadito en mi sillón, buscando un nuevo compañero de piso que quiera quedarse a vivir con un poeta solitario y su gato atigrado, el más bonito del mundo. Toda una hazaña, teniendo en cuenta que estamos a mitad de abril, y la crisis abunda en cada esquina.
De repente un amigo se me "declara", otro también rompen con su parejas y parece que el mundo se ha vuelto loco de repente. Como un virus solitario que ha picado a todo el mundo y yo soy el sujeto paciente que se queda quietecito mientras lo dejan, lo besan, le dicen cosas bonitas y lloran por él...
Historias para no dormir.
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