EL YO QUE QUIERO SER

Y llegó el juicio final, en el que quedo como culpable absoluto, como tonto del culo, como hazmerreir del pueblo. Ahora es cuando todos me miran y me juzgan, me preguntan y cuestionan...lo hacen porque saben que diré la verdad. Confesaré que soy culpable, un conspirador, un malabarista que camina por la cuerda y cae sin red. Finalmente caí sin red, sin cobijo. Una vez más la vida me da bofetones por estúpido. Me puedo culpar mil veces, pero no lo que aquí dentro se rompió. Jugué con fuego y me quemé.
Sin embargo, creo que las cosas se luchan, se consiguen, se prueban. Todo tiene un hilo conductor que deja la verdad al descubierto, la pureza del individuo, la limpieza de las almas. Nunca se es tan blanco ni tan negro. A veces se puede ser gris, o blanco sucio...¿yo? No he sido un santo, pero el demonio tampoco. Eso sí, juro que la verdad está siempre en mis labios aunque sea tarde para creerla.
Da igual de lo que me tachen, finalmente sale a la superficie y se ve claramente, como la basura que unos tantos lanzan al mar. Puedo probarlo, con tiempo puedo demostrarlo, con tiempo puedo conseguirlo.
Debo confesarlo, me avergüenzo. Si el tiempo vuelve atrás habría tomado otro camino, pero aunque no fue así confieso que se trata de juegos de mal gusto, en los que a veces los inconscientes juegan sin saber que se va a perder. Partidas a fondo olvidado que dejan a uno sin ropa ante la multitud, y así me quedé yo. Como en una mala pata de strip-poker. Pero si vale la pena, entonces habrá que lucharlo, y yo también tengo mi diamante escondido. A partir de ahora, reflexión interior y castigos en un rincón. Así, quizás...podré volver a ser el yo que quiero ser.