sábado, 31 de enero de 2009

JUDÍOS

Una de las cosas que más me impactó de Berlín fue el Museo Judío (Jüdisches Museum). No es una de las típicas visitas que los turistas suelen hacer cuando van a la ciudad, pero a mí me marcó profundamente.
Personalmente considero que más que un recuerdo o un homenaje, fue un "lo siento". Una disculpa en forma de museo eterno que los berlineses crearon para poder devolver un poco de luz al mundo judío de la guerra mundial. Fue un "no fuimos nosotros, sino ellos, pero lo sentimos igualmente".
El museo lleva abierto 8 años y costó muchísimo construirlo, no solamente por la estética contemporánea, sino porque querían que fuera un museo diferente. Un museo visual y sensorial. Que no se tocara, pero se sintiera, se viviera. Se creó para que se llorara en él. Con acabado en zinc en la fachada y grietas que dejan un vacío semejante al que creó la historia.
En su interior reposan las vidas y los recuerdos de miles de judíos que fueron perseguidos, encerrados y torturados hasta la muerte. Fueron asesinados de mil y una formas, mientras para el resto del mundo tan sólo eran una cifra. Un número que poco a poco crecía, pero no significaba nada más allá de sus cifras. Familias separadas, destrozadas, exterminadas.
Objetos personales, cartas de despedida y pequeñas biografías con los pocos datos que se sabían de cada uno de los desconocidos judíos muertos o desaparecidos. Sus escondites, sus huidas, sus refugios, todo concentrado en cuatro paredes de zinc.
Todo su mundo y su vida en un solo museo. Sus decoraciones, sus escritos, los objetos que no fueron quemados o destruidos viven ahí dentro, esperando ser leídos, esperando ser contados.
Una de las habitaciones simulaba un holocausto de la época. largas paredes de varios metros de altura, sin ventanas y sin techo. Poco a poco, el sol y el hambre iban acabando con los judíos. La mayoría de ellos acababa por arder y reducir todo a cenizas y olor a carne quemada. Crueldad en su máximo esplendor. Entrar en esa habitación obligaba a ponerse en su lugar. Con ganas de llorar por la impotencia de no haber hecho nada. Por quedarse de brazos cruzados y permitir semejante barbarie. Salir del museo sin conmoverse era imposible. Te encerraban durante unos minutos dentro de aquel lugar frío y oscuro. El silencio hacía el resto. Toda una experiencia. Simplemente inexplicable.
Otra de las habitaciones estaba llena de caras hechas de hierro. Todas tenían muecas de dolor y estaban apelmazadas unas sobre otras. Representaban los judíos exterminados. La idea era caminar sobre ellos y escuchar los aullidos de dolor que provocaban al pasar por encima y chocarse unos con otros.
Lo más cerca que se podrá llegar a ese recuerdo se vive ahí dentro ciertamente. Dio igual que fueran niños, mujeres, ancianos o embarazadas. Ser judío era indicio de escoria y tan sólo tenían un destino: morir.
Jamás un museo me ha conmovido de esa manera. Jamás me habían marcado de esa forma. La historia de Berlín es una de las más tristes y trágicas de la historia, pero también una de las más interesantes. No está tan lejos como parece...

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EL COMIENZO NUNCA RESIDE SOBRE NINGÚN PRINCIPIO...

Parecía que nunca nacería, pero aquí está...con una estética forzada y protocolaria. Con un toque propio de esos que te recuerdan a quién pertenece y con muchas expectativas de futuro (para liberar tensiones más que nada). Sin más, pongamos puntos y suspensivos a esto que nace hoy y que nadie sabe hasta dónde llegará....bienvenidos a mi verdad




"LA LOCURA QUIZÁ NO SEA OTRA COSA QUE LA SABIDURÍA MISMA QUE, CANSADA DE SOPORTAR LAS INJUSTICIAS DEL MUNDO, HA TOMADO LA INTELIGENTE RESOLUCIÓN DE VOLVERSE LOCA"

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE

TODO OBJETO VARÍA SEGÚN LA VISIÓN DEL QUE LO CONTEMPLE