De nada me ha servido leer todo lo que he leído, sufrir lo que sufrido y herir como he herido. No se crece de la nada, no se sale a la superficie sin nadar antes y al hundirnos siempre se aproxima el final. Por eso he decidido enterrar una pequeña semilla antes de querer plantar un árbol. tal vez así pueda saber quién soy sin mirar a otro sitio que no sea mi dirección. He escuchado en algún lugar que cuanto más llueva...más rápido crecerá mi planta, así que miro hacia arriba y convoco a dioses y demonios de la lluvia.
Hay ocasiones en las que no quiero crecer, por eso me niego y me escondo en la sombra de algún lugar recóndito en el que nadie más me pueda ver. Otras veces no quiero sentir, así que me entierro hasta que el olor a tierra no me deja respirar, y así aprendo que los que están bajos mis pies no lo están pasando mejor. Aunque quiera volar...sin alas no se puede llegar muy alto, y salto y salto, pero los pies descalzos vuelven a llevarme al asfalto. Gravedad es como lo llaman, gravedad es para mí mi circunstancia.
Solo pido claridad y fuerza para tomar decisiones. Quizás para saber lo que se rompe en mi interior y reemplazarlo por las cosas que no pude tener. Y crecer, como lo hace una tomenta, que arrasa todo al pasar y olvida lo que se puede sentir con remordimientos. ¿Cuán alto podré saltar? Igual nunca lo sabré, pero mientras las rodillas se flexionen seguiré intentando tocar el cielo, y al agacharme podré ver cuánto más he podido crecer al avanzar. Será entonces cuando averigüe quién soy, y qué es lo que quiero ser...

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