Siguen los escombros que desdibujan ya lo que fue un colosal palacio de cristal. En él se construían recuerdos de tiempos mejores donde los malos no acababan tan mal y cada ser humano tenía espacio y tiempo. No había reyes elegidos por condición, no había niños maleducados que elevaban la voz ni muerte azotando desde lo más alto del desván. La luz entraba clara, limpia, como las verdades que en aquel lugar se decían. Se respiraban sonrisas, se inhalaban buenas vibraciones y todos se alimentaban de mariposas estomacales que hacían vibrar las fibras de cada corazón. Animales, muchos animales guiados por instinto completaban los pastos de aquel enorme y monumental lugar.
Ahora, sin necesidad de parpadear se huelen los restos de alientos que fueron fulminados con la última gota de agua de lluvia. Los secretos se contaron a los cuatro vientos, las mentiras se apoderaron de aquellos restos y lo que antes eran hermosos cristales transparentes se convirtieron en afiladas armas de guerra indirecta. Las batallas a las que muchos se enfrentan hoy. Seguir vivo es toda una hazaña al alcance de pocos, y aunque todos creen que no es más la suerte de seguir ahí que la de estar enterrado bajo un puñado de cal, permanecen rodeando los hallazgos de millones de ilusiones destrozadas por el destino.
Aquella ruleta no ha parado de girar, asignando puñados de mala suerte a todos los habitantes que una vez osaron soñar y creyeron ser felices. Se arrebató la luz para dar poder a las tinieblas, se enflaquecieron los cuerpos quebrando sus fuerzas. No hay más que sacos de huesos mal habitando el lugar donde las flores ya no crecen, se negaron a volver a germinar. Así, con un escenario dramático en demasía es como parece el palacio en este mismo momento. Pide a gritos su desaparición para poder pasar a un recuerdo del pasado con destellos de felicidad. Sin voz, sin vista y sin alma...los pedazos de cristal reflejan la realidad de aquella sociedad: el vacío de la humanidad siendo gobernado por los personajes más déspotas de nuestra era.
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