Pues deberías saber que esta canción fue más fuerte que un millón de imperios, llegó más allá de los siete mares y fue recordada en mil y un continentes. Y nunca sucumbió, y nunca se rompió. Fue un himno colosal que no sabía de barreras, no sabía de lenguajes, no sabía de ignorancia. Gritaba cada vez más alto, para ser escuchada, para ser memorada.
A su paso robó infinidad de corazones, hizo derramar un sinfín de lágrimas y hacía sonreír al más desgraciado. No era un tono, no era una blanca, ni una clave de sol. Si te dejases llevar por su pureza no solo verías un ritmo que te gusta, como haces siempre, verías felicidad que entra por los sentidos y sale por cada poro. Es indescriptible, es indestructible, lo es todo. Alimenta, reconforta, entristece. Es la canción más poderosa jamás creada. Ganó batallas a testarudos y a crédulos. Unió todos los coros del mundo y recogía las voces unidas por colores y registros. Tesituras, giros y vibratos. Un espectáculo de fantasía que volaba como el viento por una realidad en espacio y tiempo. Pero nunca te importó la música tan profundamente, ¿me equivoco?
Pues llegó a mí hace algo más de un cuarto de siglo, con cientos de instrumentos, cuerda, viento y percusión unido. Barítonos con sopranos, bajos y contraltos, todos unidos en un solo canto. Me conmovió, me hizo cambiar, me hizo amar y saber esperar. Me lo transmitieron a través de culturas y religiones. Presentado como la canción perfecta, la alegría absoluta, la perfección más sincera. Una canción titulada "Música" que fue la creó el universo y sin la que nada de lo que hay, está, y se tiene, podría ser posible. Sin música no existe nada, no hay vida, no hay cuerpo, no hay alma, ni espíritu. La historia de la música no se escribe, se siente, se escucha, sin oídos, sin ojos, sin manos...a través de la mente. Así es la música, un todo, y para siempre.
Para Nanu, que aún no se cree que la música pueda ser mi vida, y mi ilusión para vivirla
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