
La materia gris de los seres humanos tiende a confundir conceptos. Llamamos a las cosas por nombres que no se le han asignado previamente, pero en cambio, todos sabemos a lo que nos referimos cuando estamos en un acto de comunicación. Hablamos de Kleenex y de Friskies y realmente no es su nombre por naturaleza, sino la marca más conocida que lo dio a conocer. Muchas veces es ignorancia, pero otras tantas es comodidad.
Por eso cuando hablamos de un hombre al que le gustan los hombres, es decir, una persona homosexual o gay, fluyen infinidad de "conceptos", "nombretes" o "calificativos " por la boca. Julay, bujarra, marica, loca, trucha, maricón, amanerado, palometa, julapón, mariposa, truchón, flifli, folelé, plumífero, pajareta y muchos más se barajan entre las jergas de esta sociedad.
La salida más fácil es la de encasillar, mezclar y juzgar. Esa fama de promiscuidad que los persigue. Enfermedades de transmisión sexual, relaciones de corta duración y sexo y desenfreno todos los días de la semana. Viviendo a lo loco en un mundo de drogas. Irresponsables natos, y malos amigos. Marujones de profesión que cuentan los secretos con detalle. En resumen, una joya. Decorados con lentejuelas y zapatos de tacón. Pantalones de campana, tops cortos y maquillaje hasta en el alma. Tetas de plástico, ropa interior casi inexistente, voces de pito y eses más que sibilantes. Así es como se ve todo desde fuera.
Fuera como fuere, generalizar nunca fue buena idea. Ante todo son personas normales, que sienten, padecen, ríen y lloran. Son arquitectos, enfermeros, cocineros, obreros, soldados y policías. Conviven en la sociedad de la misma manera y también tienen voz y voto. Sus vidas cuentan.
En una ciudad que tiene el mismo nombre, hay muchos tipos de vivienda. Unas son altas y macizas, otras pequeñas y coloridas, pero todas tienen su "yo" que las hace únicas. Pensar que todas ellas están hechas del mismo material es lo mismo que hablar sin decir nada. Acercarse y comprobarlo es una hazaña de valientes.
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