Ya “casi” había olvidado lo cutre que era
viajar con Ryanair y lo indeseables y desagradables que son la mayoría de sus
azafatas de tierra. Por no mencionar el precario servicio que prestan. A veces
incluso parece que viajamos gratis o debemos un favor por lo mal que nos
tratan. Esta vez ocurrió en la cola de ida a Barcelona. Metimos nuestro
equipaje de mano en la especie de hueco de metal o cartón que ellos tienen para
comprobar las dimensiones de la maleta, pero una de ellas (concretamente un
bolso de gimnasio Adidas) no entraba “fácilmente” como decía la azafata.
Abrimos el equipaje para restructurarlo y que cupiese en el hueco y ella nos
dijo en tono burlón: “ahí ni se les ocurra, pónganse detrás de los paneles,
¿esa maleta también es de ustedes? Pues quítenla de ahí que está en medio del
paso”. Como teníamos una bolsa con bebidas compradas en el aeropuerto nos dijo
que esa bolsa sí que podíamos pasarla sin problema “Si hubieran leído los
carteles que hay por todo el aeropuerto sabrían que esas bolsas sí que están
permitidas”. Después de llamarnos poco menos que retrasados pudimos entrar en
el avión para volver a pasar por el mercadillo de Ryanair. En tres míseras
horas de vuelo les dio tiempo de pasar con el carrito para vender comida unas
cuatro veces, otras dos veces con perfumes y artículos de regalo, otras tantas
veces con agua, también pasaron con unos boletos de rasca y gana tipo ruleta de
feria y con unos cigarrillos para no fumadores. El momento que más me gustó a
mí personalmente fue cuando pasaron recogiendo la basura en una mini bolsa de
plástico de una tienda de ropa. ¿Es que acaso todo lo que pagamos por viajar
con ellos no les da para un carrito de la basura? O aunque sea una bolsa de
basura negra amplia y sin promociones en ella. Imagino que se debe a que los
pasillos son minúsculos y apenas se puede pasar holgadamente, o a que entre
filas de asientos hay un hueco mínimo en el que apenas caben las rodillas de
los más altos. Ya por no entrar en detalles explicando la temperatura de ese
avión que es o bien helada insoportable (hasta el punto de enfermar) o
calurosamente pegajosa (hasta el punto de ponerse de mal humor).
Para la vuelta del viaje estábamos preparados
en extremo y casualmente nos pusimos en el principio de la cola. Pasó la
azafata de tierra con su porta “caja cutre de cartón” para que metiéramos las
maletas y las nuestras entraron “fácilmente”. A medida que iba pasando por el
resto de la cola iba recopilando tickets canjeables por una facturación que
costaba unos 50/60 euros por maleta, que los usuarios debían pagar si su maleta
no entraba del todo en la caja. Finalmente terminó la ronda y aparecieron dos
nuevas azafatas de tierra. Una de ellas iba pasando por la cola y pidiendo a
las mismas personas que intentaran de nuevo meter su maleta porque según su
criterio “eso no puede caber ahí”. Entre ellos, como no, me encontraba yo.
Después de ver cómo hacía pagar a un hombre por facturar la maleta que antes sí
que entraba en el cartón mi indignación iba in crescendo. A lo que respondí “no
voy a meter la maleta ahí de nuevo, ya lo hice antes y entró perfectamente y
fue esa chica de ahí, tu compañera, la que lo comprobó”, a lo que ella insistía
en intentarlo de nuevo porque seguro que no cabía. Como vi que estaban
embarcando y yo era de los primeros le dije: “Además, estoy de los primeros y
llevo rato en la cola, así que no voy a perder coger un buen sitio por
comprobar de nuevo si la maleta entra ahí”. Fue entonces cuando su compañera le
dijo que sí que entraba y ella puso una cara de decepción extrema y asco. Con
lo que siguió agobiando al resto de los pasajeros para conseguir más maletas
facturadas en ese tono insolente que la caracterizaba.
Ya no se trata de normas de la compañía, sino
de formas de ejecutar esas normas. Muchas veces parece que las trabajadoras de
Ryanair disfrutan haciendo jugar malas pasadas a los usuarios que compramos los
billetes de avión. Para nada hay un buen trato que justo es lo que provocaría
que quisiéramos volver a volar con ellos, lo cual no es el caso en absoluto.
Son déspotas, prepotentes, nada empáticas y desagradables. Entiendo
perfectamente que no puedan permitir que un bolso de mano muy grande vaya en la
parte superior del avión, pero hay formas de decirlo, y podrían ahorrarse
muchos quebraderos de cabeza revisando las maletas mucho antes o de otras
formas más amables, ya que no es agradable tener que pagar 60 euros de más.
Siendo una compañía de bajo coste tampoco llego a entender por qué al comprar
el billete online aparece un precio y a la hora de pagarlo el precio está
prácticamente triplicado o cuadruplicado por gastos de gestión, emisión, maleta
facturada, tasas, etc… Muchas veces lleva al engaño y podrían incluirlos en la
primera búsqueda para que las cuentas sean más limpias porque muchas veces
cualquier otra compañía tiene un precio muy parecido y el servicio es
infinitamente superior. Otra cosa que no entiendo es por qué tenemos que pagar
40/50 euros por no imprimir la tarjeta de embarque. Es una estafa en toda
regla. Un mal día lo tiene cualquiera, un despiste también o incluso que se nos
haga tarde, pero pagar esa suma por un papel que no hemos impreso es excesivo.
Tan sencillo como que ellos mismos lo impriman y que cobren si quieren 2 euros
por gasto de tinta y papel porque al fin y al cabo no es más que un papel que
acabará siendo roto. Esperemos que a nadie le toque reclamar sobre un vuelo,
haberlo perdido o querer cambiarlo por otro día u hora porque si en el momento
de la compra no pulsaron las cuarenta pestañitas de servicios adicionales…no
hay nada que hacer.
Otros detalles cutres de la compañía es que
entre vuelo y vuelo no son capaces de limpiar el avión. No me refiero a pasar
un paño o la aspiradora, sino simplemente a sacudir un poco los sillones y
quitar botellas y papeles del suelo o pasillos porque ya que se paga un
servicio…qué menos que mantener un mínimo de limpieza. Los que cogen vuelos
nocturnos que vayan con mascarillas porque está acumulada toda la basura de
tres o cuatro vuelos anteriores. Tampoco entiendo por qué tienen servicio de
primera clase si sigue siendo igual de cutre que el normal de turista y ni
siquiera está a la altura de un billete normal de cualquier otra compañía. Pero
lo más cutre de todo es la trompeta que suena cuando llegamos sanos y salvos a
tierra de destino. Parece como si la compañía fuese tan cutre que ni ellos mismos
pensaran en llegar a salvo y con las trompetas lo celebrasen. El uniforme de las trabajadoras se ve a
leguas que es “hecho” por ellas mismas, ya que todas van con blusa blanca, pero
cada una lleva un modelo diferente. Lo mismo ocurre con los pantalones oscuros
que unos son de vestir, otros de salir, otros sueltos y otros holgados…eso sí,
de diferente tela. Pues sí que es de bajo coste la compañía por lo que veo.
También se rumorea por los aeropuertos que los trabajadores del resto de las
compañías no pueden ni ver a los de Ryanair por lo indeseables que son. Y yo me
pregunto: “Para trabajar en esas condiciones y con ese comportamiento, ¿acaso
no es mejor que se busquen otro trabajo y dejen esa plaza vacante para alguien
que realmente valore y aprecie lo que hace? Tarde o temprano acumularán tantas
reclamaciones que serán despedidas igualmente”. Yo, por lo pronto, dejaré de
viajar una temporada con Ryanair y me dedicaré a pagar un poco más por las
otras compañías que considero que hay cosas por las que una persona no tiene
que pasar si quiere viajar en avión. Que somos los usuarios, los que pagamos
por un servicio de “mierda” (perdón por la expresión), mantenemos la compañía y
pagamos el sueldo de sus empleados. Que tengan un poco más de tacto y sean más
respetuosos que antes que “usuarios cutres que quieren viajar barato” (como
ellos piensan) somos personas y seres humanos que merecemos ser tratados con
respeto e igualdad.
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