Puntean las guitarras esperando a que vuelvas a pasar por aquel pasillo en el que convertiste los tiempos en arte moderno solamente con verlos flotar. Pilotando un avión vacío de aire natural, con tanta fragilidad que todos creen que quebrará en cualquier instante. Todos lo creen menos yo, menos tú y yo, porque no eres de este mundo, siempre fuiste del infinito. Las bestias que te seguían nunca pudieron hacerte prisionero y odiaban tanto que no tuvieras miedo a sus rugidos que te llevaban a un abismo sin fondo. Lloraron al verte planear sin tropezar por el punto más álgido de un valle que ya no llevaba agua ni esperanza para nadie. Allí te reencontraste con nuevas ganas de continuar que te insuflaron el aire que te habían robado los del más allá...que no sabían que tú no eras normal. Lucha comparable solamente con las batallas que se libraron en la era medieval, las que nadie recuerda y nadie recordará porque las palabras son insinceras y no pueden plasmarse en ninguna superficie real.
Nadie los vio pasar pero todos estaban de su lado en algún extraño lugar llenos de escombros de alquitrán que ya no vendían en ninguna parte. La guitarra rompía sus cuerdas manifestándose por tanta inhumanidad. El público aplaudía esperando el final de una función que no terminaría por la falta de miedo a volar. Y aunque nadie te enseñó a pilotar...volaste tú solo hasta llegar al cielo luchando entre molinos de cristal. No pudieron vencerte, no pudieron capturarte porque volaste tan alto que perdieron todo alcance. Tú, ahora en el podium de los dioses esperando tu premio de libertad, en el que te adjudiquen un nuevo lugar para seguir siendo feliz. Ese lugar, sin batallas que librar será el principio de lo que merecen los campeones a destiempo...que mueren jóvenes, pero permanecen bellos. Así, piloto de lo eterno, vuelve a elevarte que yo vigilo a los villanos.
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