Tengo un universo dentro de mí que es muy probable que ni yo mismo conozca. Esconde secretos que no hace falta tapar, ya que no podrán salir en forma de palabras por mis labios. Se han vivido en mis fibras billones de recuerdos que selectivamente volveré a pensar con o sin nostalgia. La mente, así, seguirá en su andadura de causarme estragos a cada paso que doy. Camino en líneas curvas que no me dejan ver lo que hay más allá de las cordilleras que atravieso, pero el abismo que se abre ante mis ojos no es el final que quiero tener. En algún lugar del valle de mi vida debe haber una luz que posiblemente no pueda ver; quizás es que está muy lejos de mí...o quizás es que estoy ciego como muchas otras veces antes. Acantilados que buscan nombres que no puedo discernir. Caras que me resultan conocidas, pero ya no me sonríen. Calor de abrazos que no recibo y un puñado de cal que me cala las entrañas por la arena que he perdido a lo largo del camino.
En la oscuridad se está solo por completo y es por eso que no necesito luz que guíe a un lugar que me señale quién soy. Antorchas de un fuego que dejó de arder por falta de interés y unas venas que transportan sangre fría como un témpano porque se han cansado de volver a quemar una mente que no puede controlar. Arterias que convierten este cuerpo en violeta de los capilares de tanto golpe a traición que no será denunciado por falta de motivos a comprender. Un cabo profundo que oculta la realidad de unas ventanas que no se van a abrir, pero que alguien vigila desde un lugar seguro sin darse cuenta que hay puertas que nunca se pueden cerrar. Bajo mi piel no existen llaves ni códigos de seguridad para no amar, pero tengo un botón de escape que explota las minas que no quiero visitar. Calles no seguras por las que transitan sombras del más allá, que ignorando el futuro que les espera...se atreven a matar con puñaladas que hace mucho tiempo dejaron de herir.
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