Un huracán dentro de un solar abandonado en el que la magia ya no tiene ningún poder. Un truco de fantasía se convirtió en un planchazo de realidad. Como un puñado de arena en los ojos, o una cama de agujas que sustituyen resortes. Dos pares de ojos que ya se niegan a jugar a encontrarse entre la multitud. Alrededor...no menos de tres mil botellas rotas entre jeringuillas agotadas de matar. Ambas gargantas se rompen de tanto alcohol, con voces roncas que no cuentan todo lo que pasó. Aquel lugar, el único testigo fiel.
Aquel terreno vuelve a convertirse en un simple hogar de habitación a no compartir. Cama en la que solamente descansa el cuerpo; alma y mente vuelan sin rumbo con los dientes de león. Queda atrás cualquier verdad con aquel barrio en una zona residencial, donde todos se marchan, pero nadie dice a dónde va. Los ecos hacen vibrar las neuronas que ya no saben si decir lo que el cerebro se atreve a pensar. El valiente es el sudor que no para de emanar. No hay público ni multitud, solamente unos vecinos que no saben quién se esconde en tanta oscuridad.
No es lo más sencillo acabar sin saber si alguna vez se llegó a empezar. Ambos se retiran al reino de las tinieblas. Toman sus caminos que llevan al purgatorio de la leyenda y escuchan voces que retumban en sus oídos y provienen de la nada eterna. Ambos se preguntan si existe alguien que los quiere, en alguna otra dimensión, en algún que otro contenedor donde los recuerdos se pierden y los olores se disuelven en la mente. Un huracán dentro de un solar abandonado en la magia que ya no tiene ningún poder...
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