Por fin llegó el avión. Me faltó ponerme de rodillas y besar el suelo. Llegando a casa le mando un mensaje al “pollo” diciendo: “ya llegué”. Lo hice con la esperanza de que él me contestara y me dijera de quedar. Pasan unos minutos y me llega contestación y la sonrisa me llega de oreja a oreja. Después de dos semanas lo volveré a ver. Me contengo y lo saludo como siempre “hola pollo”, aguantándome las ganas de besarlo y abrazarlo. Algunas razones solo las puede dar el corazón. ¿Cómo pudo ser? ¿Cómo he llegado a esta situación? Parece sacada de una novela de amor. ¿Quién tiene escondido el final? Me siento afortunado, después de todo, junto a él recuerdo la felicidad de estas fiestas.
J.G.A.
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