Surgen dudas, y se crean en esa pequeña cabecita ya desgastada de tanto ron. El hombrecito se pregunta qué hay después de las vías de aquel tren y si alguna vez podrá vivir en algún lugar al que pueda llamar hogar. Camina con su sombra mientras respira profundamente. Ya sin compostura, pero con curiosidad de vivir, con ganas de aprender, con inquietudes que se sudan y caen desde la frente hasta terminar resecas en aquella camisa que no es de ninguna marca, de ningún valor...justo como él se siente cada domingo (sin duda, el día más aburrido de la semana).
Las arrugas se acentúan para convertirlo en un hombre más sabio, aunque nadie podrá decir jamás si acaso llegará a parecerlo. La mirada perdida como cuando vivía en aquel extraño lugar en el que nadie hablaba su dialecto. ¿Incomprendido? Posiblemente ¿Desesperanzado? Ni en el estado más pesimista de sus entrañas. Así es como se ganan batallas y se derriban caballos de Troya, con fuerza de voluntad.
El pelo aún sigue apuntando al sol, esperando a erizarse con un nuevo viento, con nuevos aires, nuevo frescor. Apetece un frío que cale hondo, que haga sentir vivo, un nuevo clima. Esa será su próxima parada, su nuevo destino, su nuevo hogar. Un gato a rallas lo acompaña como siempre. Ahora, si quieres ser tú el nuevo aliado de viaje y aventura...la puerta está abierta.
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