Un hombre ya de casi 28 años estancado en mordiscos de pasados, presentes y futuros no tiene la felicidad al alcance de su mano…ha de pelearse en cielo e infierno para conseguirla. Nunca nada fue tan cierto como aquel comentario: “lo que más me sorprende es todo lo que has vivido ya”, que ya no sirve de nada. Haber viajado a Rusia o Sudáfrica, llorar a mares cada año de mi vida, rupturas dolorosas, infidelidades escondidas tras falsas sonrisas, recuerdos hirientes, muertes inesperadas, trabajo forzado… ahora todo tan lejano que no parece que haya pasado por delante de mis narices. No me ha servido de nada si no soy capaz siquiera de sellar aquella ventana.
Hoy, desde aquí, confieso que no quiero conocer a nadie más. No quiero que venga otro ser humano más a angustiar lo que me queda por vivir, a decirme cosas que van a cambiar la trayectoria de mi destino. No quiero mentiras susurradas al oído, ni verdades que no se van a cumplir. No necesito de más hombres o mujeres dispuestos a ayudar. No hay más invitados a mi fiesta, ni redes sociales abiertas, ni perfiles con mi descripción a medias. No hay miradas amistosas ni palabras de agrado, al menos no saldrán de mi boca. Quiero que todo se congele, que permanezca así, justo desde donde yo pueda visualizarlo y controlarlo. Quiero coger las riendas de mi vida sin miedo a romper su cristal, en el cual ya no voy a reflejarme más.
Apenas tengo tiempo de mirar el reloj, porque eso supondría quitar respiros a mis pulmones, y en la actualidad lo necesitan. Ex parejas trastornadas, ilógicas, insensatas, inciertas… ¿acaso las necesito para algo? Que huyan, que se marchen, que me olviden, que no sientan nada…justo como yo. Los recuerdos han de permanecer empolvados en el pasado, en algún rincón de este cerebro que no me permita acceder a su base de datos. Tengo demasiadas cosas por sellar, y no entra en mis planes volver a aquellas puertas oxidadas con fechillo de titanio indestructible ya. Yo y mis guerras internas seguiremos años batallando por permanecer coherentes y serenas, pero no puedo conseguirlo con aquella ventana entreabierta. Aunque lleve años la quitaré y construiré un enorme muro de hormigón impenetrable para cualquier tipo de sensación…indiferente al mundo exterior. Un muro que comienza justo hoy, con este pequeño ladrillo que sostienen mis manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario